martes, 18 de mayo de 2010

La atracción ecuestre del genio



'Picasso. Caballos' realiza un recorrido a través de cincuenta y cuatro piezas, entre dibujos, óleos y grabados, por las distintas representaciones que el pintor malagueño realizó de dicho animal, una constante en su obra desde la infancia a la vejez.
El bestiario que habita la obra de Picasso es rico en variedad: gatos, toros, palomas, lechuzas, peces, gallos e incluso monos circenses y mitológicos minotauros han sido representados en las creaciones del genio malagueño en alguna ocasión. Pero el animal más admirado por el autor de Las señoritas de Avignon, desde sus primeros hasta sus últimos trazos, fue el caballo. Así lo pone de manifiesto la nueva exposición temporal del Museo Picasso Málaga, Picasso. Caballos, que a través de cincuenta y cuatro piezas, entre dibujos, óleos, cerámicas y grabados, recorre las distintas formas que Picasso dio a tan noble animal.

Esta atracción por lo ecuestre queda patente en la primera pintura que se conserva de Picasso, realizada en Málaga, cuando apenas contaba ocho años. El pequeño picador amarillo fue creada en 1889 después que de el niño Picasso asistiera a una corrida en la plaza de toros de La Malagueta. Desde entonces, el caballo fue una constante dentro de su obra. En la primera parte de la exposición, que estará abierta hasta el próximo 5 de septiembre, se muestran dibujos de carácter realista, propios de la corta edad del genio. Estos apuntes de juventud se transformarán más tarde en las representaciones de la tauromaquia, donde la dramática simbología de la lucha del caballo y el toro cobra un gran protagonismo. "La corrida puede considerarse como una lucha amorosa y sexual entre la mujer, que es el caballo, y el hombre, que es el toro. Es un combate a vida o muerte en el que debe haber un vencedor", destacó la comisaria de la exposición, Dominique Dupuis-Labbé, que señaló que el hecho de que el caballo sea un animal "a la vez viril y femenino" puede ser la razón por la que a Picasso "le gustaba tanto".

Excepcionales dibujos como Muchacho y caballo (1906), Caballo corneado (1917), Jinete desnudo (1919), El rapto (1920) y Corrida (1934), articulan la segunda parte de esta muestra, donde destacan las representaciones del caballo "como símbolo de vida y de juventud, pero también de muerte y tristeza", relató Dupuis-Labbé.

Juguetes y fotografías

La última parte de Picasso. Caballo está dedicada a la visión más lúdica del pintor sobre la figura del caballo. En ella destaca un papel recortado que el malagueño creó como juguete para sus hijos y una réplica del traje del personaje de caballo en la obra Parade, que Picasso concibió para los Ballets Rusos de Diaghilev.

La exposición también muestra veintiséis fotografías de las ciudades en las que Picasso pasó su infancia y juventud, como Málaga, Barcelona y París, y que reflejan entornos en los que el caballo formaba parte de la vida cotidiana, en un tiempo en el que el uso el automóvil aún no era generalizado y en el que el este animal era un medio fundamental de trabajo y transporte.


Fuente: La Opinión de Málaga - Jesús Zotano

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